Electricidad

Esta será una nota rápida, lo prometo.

La semana pasada se aprobó en la Cámara de Senadores la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, que es una de esas creaciones de la Reforma Energética de 2013. En este tema, como en muchos otros, hay dos relatos altamente verosímiles que están en un curso de colisión directa.

Por un lado, el director de la CFE y extraño enemigo del neoliberalismo, Bartlett coordinó la que parece ser una de las pocas victorias políticas institucionalizadas de la 4T. Este bando considera que es imperante recuperar la soberanía en este sector, para evitar situaciones como los apagones causados por las nevadas en Texas hace pocos días. No solo eso, sino que consideran que la reforma energética fue timorata y solo benefició a un puñado de empresarios españoles, canadienses y estadounidenses que parasitan al sistema gracias a los subsidios a las energías limpias.

En el otro bando tenemos a los técnicos, al bando perdedor de la victoria de AMLO. También se han sumado a la coalición empresarios, periodistas e intelectuales liberales. Desde su perspectiva, se ponen en riesgo las inversiones que le darían viabilidad al sector eléctrico mexicano y, por otro lado, se estancaría el esfuerzo mexicano por contribuir a la lucha contra el cambio climático.

¿Cuál de los bandos tiene razón? Creo que ninguno, pero si tuviera que elegir, elegiría a la 4T. Y esto está muy lejano del ideal. CFE debió morir y ser reemplazada por varias empresas públicas y privadas mexicanas, la regulación se debió mantener en el mínimo para operar una red a nivel nacional y nunca se debió haber permitido que los “expertos” participaran en la política. (Debería restringirse a ingenieros.)

Esto, dado que CFE es una empresa demasiado grande, que padece de todos los problemas asociados a la planificación central. Asimismo, para ser economía moderna México requiere de costos competitivos de energía para poder estar al nivel de los demás países y triunfar en el comercio. (Yo preferiría un plan B a la modernidad… pero en ese tema, mi opinión es aún más minoritaria.) Eso, sumado a que se requieren miles de millones de dólares de inversión para poder afrontar la demanda de energía del futuro, y ese dinero si es por CFE, solamente saldrá del presupuesto general.

Sin embargo, el otro bando, el bando de la razón, miente descaradamente, miente tanto que los primeros en caer son ellos mismos. La Reforma Energética nunca existió, fue una fantasía tecnócrata. Las energías limpias parasitan el sistema, dado que todos los demás generadores están obligados a comprarles los famosos certificados de energía limpia y la red tiene que adaptarse a ellos y no al revés. La regulación estorba más de lo que ayuda, y el diseño institucional solo favoreció la creación de una clase social vividora sin ningún compromiso con el país. Es cómico ver cómo la COFECE, los columnistas políticos y cámaras empresariales han mostrado que son coalición política.

Por estos motivos, considero que el primer paso en todo este tema es dejar de cavar la tumba. Sí necesitamos soberanía energética. Nuestros compromisos internacionales con el cambio climático pueden esperar. Pronto escribiré más del tema.