Los autónomos

¿Por qué quiere acabar la 4T con los autónomos? La respuesta rápida y honesta es: porque alojan dentro de sí a una facción política enemiga. Por supuesto, esto no lo admitiría nadie nunca ante una cámara.

Cabe señalar que no es que sean enemigos particularmente peligrosos y conscientes de su posición. Basta con darse una vuelta en estas oficinas para darse cuenta de que son Godínez bastante inocuos. Vamos, ni siquiera pueden atrapar a los malos a pesar de que cada año piden más recursos.

Lo que los hace un enemigo digno de ser mencionado cada dos mañaneras es que son hábiles en el manejo de un conjunto de ideas que dominó durante décadas (y domina actualmente en otras latitudes) y que es capaz de coordinar las acciones de la academia, medios, intelectuales y actores del extranjero en torno a la política económica de un país. La competencia, la eficiencia de los mercados, las fallas de mercado no significan nada si no existe un experto capaz de interpretarlas y sugerir acciones para atenderlas. Sin caer en el juego fácil del concepto de etiquetarlo como tecnocracia neoliberal, es evidente que existe un conjunto de funcionarios públicos con alto coeficiente intelectual verbal y cuantitativo conectados por sus ideas a sus pares en otros países.

Puede decirse que mucho se ha construido en los últimos treinta años. Miles de puestos se han creado para vivir del manejo de conceptos abstractos y esto es muy bien visto por la OCDE, la banca multilateral, la academia de Estados Unidos, las ONGs trasnacionales y las calificadoras. Así como hay muchos abogados y economistas en la Cofece, CNH, CRE y otros autónomos y semi-autónomos, existe toda una industria de consultores que deben apoyar a las empresas para atender las solicitudes que provienen de la autoridad. Y expertos en los periódicos, y docentes para formar a los jóvenes tecnócratas.

La izquierda, tras la gran humillación que sufrió la planificación central en los años setenta y ochenta ha quedado por completo excluida de la fiesta. No existe un camino directo en el cual un joven inteligente de izquierdas pueda acceder a un camino profesional que le dé dinero y reconocimiento en estas instituciones. No existe política de competencia “de izquierda” o “populista”. Lo único que existe es la ciencia económica y las mejores prácticas internacionales interpretadas por expertos reconocidos.

Esta situación revela las debilidades estructurales de la izquierda mexicana. Ésta ha sido incapaz de formar cuadros entre la burocracia federal (gente bastante inteligente y capaz, debe señalarse); y tampoco ha podido ofrecer un discurso lo suficientemente poderoso como para representar una alternativa aceptable al consenso internacional en temas de competencia y regulación. El poco pensamiento económico que ofrece es más que nada una sucursal de la izquierda del extranjero, tan liberal como los del otro bando. Probablemente por eso tuvieron que recluirlos en Banxico.

En resumen, el problema con los autónomos es el problema schmittiano de que nunca fueron instituciones incluyentes y ahora que ganó AMLO todo, es evidente quién es depredador y quién es presa. Lo más cómico de toda esta situación es que la gente a cargo de estas instituciones desde el día uno por cuenta propia se dibujó la diana en la frente. No es un tema de si va a pasar sino cuándo se tomarán medidas que pueden ir desde la purga completa (vean lo que le pasó a la pobre CRE) hasta no hacer nada y poner comisionados afines que cumplan los filtros y hablen tecnocratés.

¿Es deseable un cambio? ¿Debería cambiar la forma actual la Cofece, la CNH, la CRE, entre otros? Probablemente sí. Veo varios motivos por los cuales deberían transformarse.

En primer lugar, ¿pasaría algo grave si desaparecen los autónomos? Probablemente no. Dejando de lado el hecho de que sus resultados han sido raquíticos (por ejemplo, la Cofece todavía promociona como éxito casos de hace diez años), no es que desaparezcan estas funciones del estado, instituciones enteras se pueden resumir a direcciones generales dentro de secretarías. El proceso sería una pesadilla: implica meterle mano (de nuevo) a la Constitución, la LFCE, la LORCME, y mover burócratas de un lado a otro. (Aunque nada sabe más sabroso que las lágrimas de los enemigos) Mucha chamba para la Tatis, la Nahle y quien sea que esté en SCT.

Lo que sí probablemente es un error es dejar sin trabajo a mucha gente inteligente y con intereses opuestos a los del gobierno en turno. Probablemente terminarían trabajando ahora sí abiertamente con la oposición y planeando la revancha, aunque tome veinte años, tal y como pasó con los que perdieron con las continuas reformas que debilitaron a PEMEX y CFE.

En segundo lugar, se debe abandonar el modelo de tener técnicos al frente tomando decisiones en comité. Las decisiones de los reguladores sí son técnicas, pero finalmente son políticas puesto que deben equilibrar diversos intereses y objetivos. Devolver las funciones de estos reguladores a las secretarías podría ser un paso en esa dirección al dejar las decisiones en manos de directores generales. Sí, tal vez con comités consultivos interdisciplinarios de expertos, pero asignando la responsabilidad por los resultados a una sola persona.

En tercer lugar, se debe buscar mayor soberanía en el plano de las ideas. El proceso de selección “entre técnicos” solamente favorece la endogamia intelectual y fortalece la posición de actores que no asumen ninguna responsabilidad a pesar de tener gran influencia (academia, organizaciones de la sociedad civil, medios). No es que haya una conspiración de tecnócratas neoliberales, sino que es muy fácil ser tecnócrata neoliberal y no otra cosa. Es el camino del menor esfuerzo y el mayor estatus y dinero.

El sistema de la autonomía de los reguladores económicos se diseñó para tener gente educada por Harvard administrando el país como Harvard considera que debería de administrarse un país. Esto en principio genera paz mental para los inversionistas y nos hace parte del club de países decentes. Sin embargo, nos hace vulnerables a las modas y a la mediocridad de los lugares a los que admiramos. El técnico sabe que basta con hacer el mínimo que la OCDE recomienda y que el resto se puede achacar a la falta de mayores reformas.

El ejemplo más evidente es el sinsentido del subsidio a las energías limpias, en el que por pura ideología se terminó favoreciendo a todo tipo de intereses extranjeros. Independientemente de la realidad del cambio climático, México tiene necesidades inmediatas en energía y muy poca responsabilidad sobre el cambio climático. Y a pesar de que en esencia el tema no le va ni le viene, asumió compromisos con el resto del mundo que le restan soberanía. (Más adelante espero hablar de la reforma de derechos humanos de Calderón.)

Es aquí donde reside mi principal crítica: se debe pensar mucho mejor nuestra política económica. “Proteger el proceso de competencia y libre concurrencia” es un concepto tan abstracto que es vacío. No existe un parámetro de éxito o fracaso y un camino para lograrlo, sino una burocracia para administrar el problema. Mientras no logremos ser independientes en la forma en que se piensan los problemas de competencia y regulación vamos a estar atados a las ideas de otros países.

En cuarto lugar, deben explorarse maneras alternativas de hacer política de competencia y regulación. Es un hecho que los gobiernos anteriores no pudieron acabar con el poder de mercado de las grandes empresas públicas y privadas. Tal vez no fueron lo suficientemente radicales (o capaces) para lograrlo.

Por este motivo, debería suspenderse el juicio ideológico, aceptar la realidad y elaborar una política de competencia y regulación que al mismo tiempo deje claro que la autoridad última es la del soberano, dé voz a los poderes existentes. Tal vez podrían lograrse acuerdos políticos que fomenten la competencia y la eficiencia de los mercados en lugares insospechados. En otras palabras, “No quiero sonar priísta o peronista, peeeero…”.

Por estos motivos creo que si AMLO cumple (ahora sí) con el tema de los autónomos, esto sería muy positivo. Idealmente se tiene que iniciar un proceso de asignar responsabilidad y continuamente despedir responsables hasta que llegue gente capaz que presente resultados. Se paga mucho dinero por mantener a la burocracia federal, y ésta debe canalizarse a fines más productivos que repetir lo que los expertos de la Comisión Europea dicen y explicar por qué todo lo que hace el gobierno actual va en contra de la eficiencia del mercado.

Esto no es algo que se pueda resolver con una reforma. Esto requiere de un esfuerzo de largo plazo que busque mayor independencia intelectual en nuestras universidades, medios y organizaciones de la sociedad civil. Soluciones mexicanas a problemas mexicanos. Esto se puede hacer a la mala, cortando la comunicación y persiguiendo a los neoliberales, o se puede hacer a la buena, que es ofreciendo una opción mejor.

Conociendo la mediocridad de la tecnocracia en otros países, la barra es muy baja. Pero para esto, el bando en el gobierno requiere de imaginarse a sí mismo como capaz de hacer algo mejor que la oferta internacional para poder superar el caos, el apego a ideologías ya muertas y la premura de la coyuntura.